A 10 años del asesinato de Mariano Ferreyra, lo recuerdo con las palabras que escribí entonces
EL ORGULLO DE SER ZURDO
Duelen las ausencias. Son presencias permanentes, que nos recuerdan sus sonrisas, sus arrojos, sus solidaridades, su AMOR. Nos recuerdan que ya no están los compañeros que dieron sus vidas por un mundo diferente al que vivimos. El asesinato de Marianito, como le decíamos quienes lo conocimos, crimen perpetrado por la patota mafiosa de la burocracia sindical de siempre, en este caso de la Unión Ferroviaria del entregador de trabajadores Pedraza, me produjo en principio una gran congoja, dolor e indignación.
Recuerdo sus discusiones con mi hija, él en la UJS (juventud del PO), ella en la “Fede” (juventud del PC), cuando iban a la secundaria al Simón Bolívar de Sarandí. Aún con ese empuje inigualable de la juventud, Mariano parecía un remanso, mezcla de calidez y compromiso. No tengo Fe de creyente, mi estructura de pensamiento sólo me permite abordar lo concreto, y lo único concreto que se vé de la Realidad es que es cruel, y sólo nosotros, mujeres y hombres, con nuestra acción consciente, fraterna, humanitaria, revolucionaria, podemos hacerla digna de ser vivida. Sin embargo, como todo ser humano, trato de buscarle algo que me sirva de aliento para continuar, más allá del dolor inmenso. Y... ¿saben? Sí encontré algo.
ORGULLO
Orgullo por mis compañeros
Orgullo por mis camaradas
Siento un orgullo que no entra dentro de mí por TODOS aquellos que, día a día, desde su puesto de lucha, desde su organización, más grande o más chiquita, política o social, aportan gran parte
de su vida parta tratar de hacer mejor la vida de todos los habitantes de este mundo.
Somos cosa seria los “zurdos”. Como acostumbro a decir, podemos parecer soberbios, tozudos, bastante intolerantes, demasiado sectarios y no acertamos –todavía- a constituirnos en referencia legitimada de la clase trabajadora y las mayorías populares. Es cierto, nos dividimos fácil. Pero ya va a cambiar eso. Y tal vez dentro de no mucho. La prueba está en que cuando nos tocan a un compañero, sea de la “orga” que sea, todos nos autoconvocamos solidariamente para pelear por la justicia y por la memoria.
Somos apasionados los zurdos. No somos comprables. Tenemos principios, y esos principios tienen que ver intrínsicamente con lo humano.
Nos cuidamos, nos tendemos la mano, nos apoyamos en las malas. Discutimos, sí; y hasta acaloradamente. Pero cuando hay que hablar de fraternidad…. ningún ejemplo como el de los militantes de izquierda.
Peleamos en desventaja, peleamos contramarea, metemos los pies en el barro y muchas veces tendemos las manos a quienes después nos dan la espalda.
Luchamos por reivindicaciones que se llevan otros que después tal vez nos ignoren, o, incluso, se pongan en nuestra contra.
Tan humanos somos, que, no me cabe duda, somos lo mejor de lo humano. Y no hay jactancia en tal afirmación, hay pruebas concretas e innumerables, a lo largo de los años en que algunos se han impuesto la tarea de organizar a los explotados del mundo para lograr su liberación.
La izquierda ha regado generosamente con sangre de miles de compañeros abnegados los campos del mundo, en pos de ese sueño que es una sociedad sin miseria ni explotados.
Alguien barbudo y con boina dijo alguna vez “La cualidad más grande de un revolucionario es su sentimiento de AMOR por la humanidad”.
Esa frase del Che me sigue emocionando cada vez que la invoco, y está alta en la bandera de mi conciencia.
Bien, si el amor se puede medir, no puede haber amor más grande que ofrendar la vida por la humanidad. Los “zurdos” nos jugamos nuestros trabajos, nuestro bienestar, nuestra salud, nuestra libertad, nuestras vidas por ese sueño.
Le ponemos el pecho a las balas, por defender a los humildes
Como Mariano
Gracias, compañero, camarada, hermano.
Gracias por este orgullo que siento
Gracias por tu sangre generosa, por tu entrega, por tu conciencia, por tu humanismo.
Por vos, por Fuentealba, por Darío, por Maxi, y por los miles y miles que no dudaron en jugarse lo más valioso que tiene cada ser humano para ofrendar, nada más y nada menos que para que todos los otros vivan mejor.
Por todos ellos, siempre presentes:
Hasta la Victoria Siempre
Gustavo Robles
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